miércoles, 15 de octubre de 2014

En las investigaciones que he realizado, el arranque de la civilización, se registró una estrecha relación entre baile y juego como manifestaciones naturales, ambas de la vitalidad y la expresividad humana. Así, podrían equipararse el llamado instinto de juego y la espontánea inclinación al baile. En tal sentido, se ha considerado el baile como manifestación del excedente de energía del ser humano o como una actividad catártica, de liberación de impulsos.

El baile presenta la característica exclusiva de ser un arte intangible y fugaz, que se funde en los cuerpos de quienes la realizan y declina al concluir el movimiento. En consecuencia, su representación fue incompleta y estática prácticamente a lo largo de toda la historia hasta que las técnicas cinematográficas permitieron reproducir la imagen en movimiento.

El estudio de los modos culturales que manifiestan las tribusprimitivas que aún sobreviven, permite suponer con fundamento que, el baile, entendida como movimiento rítmico del cuerpo, con acompañamiento sonoro o sin él, comenzó a configurarse en torno al sonido que producían los pies de los danzantes, quienes, en su expresión corporal, individual o colectiva, prestaron cada vez mayor atención a lo que habría de convertirse en la esencia de la danza: el ritmo. El acompañamiento de gestos y movimientos se vería sucesiva­mente reforzado por el batir de palmas, la percu­sión y, más tarde, la instrumentación.

Por ende, el baile puede ser recreativo, un ritual o artístico y va más allá del propósito funcional de los movimientos utilizados en el trabajo y los deportes para expresar emociones, estados de ánimo o ideas. Puede contar una historia, servir a propósitos religiosos, políticos, económicos o sociales; o puede ser una experiencia agradable y excitante con un valor meramente estético.



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