lunes, 20 de octubre de 2014



El baile inicial no era el baile: este debía alcanzar un éxtasis en donde el bailarín desaparecía y sólo quedaba el baile, sin ego, nadie manipulando, el cuerpo fluyendo espontáneamente. No es necesario hallar ninguna otra meditación. El baile mismo se convierte en meditación si el bailarín desaparece. Todo el punto consiste en cómo hacerse desaparecer.

Cómo o dónde lo logres no tiene importancia, simplemente desaparece. El baile es una de las cosas más bellas que pueden sucederle al hombre. Así que no debemos imaginar la meditación como algo separado. Esta es necesaria como algo separado para aquellos que no tienen energía creativa profunda; su energía no tiene dirección como para que puedan involucrarse tan profundamente como para esfumarse.

Pero un bailarín, un pintor, un escultor no necesitan tener ninguna otra meditación. Todo lo que necesitan es hacer que su dimensión se vuelva tan profundamente penetrante, que alcance un punto de trascendencia y no hay nada como el baile.

En esta meditación podrías bailar el ritmo que quieras, el que más te guste y te haga sentir mejor. La música es un pulso estimulante para todos los nervios del cuerpo; de esta manera, los sensibiliza y se crea la comunicación entre usted y su interior. Además es un tiempo que puedes liberar toda la tensión, haciendo algo divertido y es una meditación innovadora y diferente.

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